SAN PABLO.- Con cuarentena obligatoria o sin ella, con economías grandes, medianas o pequeñas y gobiernos de distintos signos políticos, la crisis del coronavirus dejará este año una brutal secuela de desempleo en toda América Latina, bajo una recesión de dimensiones inimaginadas hasta el comienzo de la crisis sanitaria.
Con Brasil a la cabeza, como en todo lo demás referido a los devastadores efectos de la pandemia, gobiernos y organismos internacionales sacan cuentas y dan siempre negativas en el mercado laboral, que caerá a niveles alarmantes, incluso en las economías más dinámicas como Chile, Colombia o Perú.
La región es el actual centro de la pandemia de Covid-19, el cuarto después de China, Europa y Estados Unidos. Ya registró más de 862.000 casos y cerca de 46.000 muertes, con una marcada aceleración en las últimas semanas, que puso en guardia a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero también suenan las alarmas en el mercado laboral. La Cepal y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtieron que la crisis dejaría unos 11,5 millones de nuevos desempleados. Todo en una región cuyas perspectivas de crecimiento ya no eran buenas, y que el vendaval del coronavirus empujó todavía más hacia abajo, en un derrumbe sin precedente en las últimas décadas.
Según el informe de la Cepal y la OIT, los desocupados subirían a 37,7 millones de personas. Pero la inasible dinámica de la pandemia podría alterar drásticamente esos cálculos, que deberán ser revisados periódicamente, como el balance estimado de víctimas y la caída esperada del PBI. Según reveló previamente la Cepal, la contracción económica sería este año de 5,3%.
El desempleo en Brasil aumentó a 12,6% entre febrero y abril, y el país perdió 4,9 millones de puestos, según reveló ayer el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas. Solo en abril se perdieron 860.000 empleos formales, la mayor caída mensual desde que comenzó la medición oficial hace casi 30 años.
“Un indicador que refleja los efectos de la pandemia de Covid-19 en el mercado de trabajo, la población ocupada tuvo una caída récord de 5,2% en relación con el trimestre culminado en enero, representando una pérdida de 4,9 millones de puestos de trabajo, que fueron reducidos a 89,2 millones”, dijo el IBGE.
La caída se produjo tanto en el sector formal como informal, y en siete de las diez actividades económicas analizadas. Resultaron especialmente afectados el comercio (1,2 millones de puestos), la construcción (885.000) y el servicio doméstico (727.000).
“Varias familias pueden haber dispensado a sus trabajadores domésticos en función del aislamiento. Es una caída bastante acentuada”, dijo Adriana Beringuy, analista del IBGE.
El drama laboral en Chile, por su parte, se reveló ayer con toda crudeza con la nueva cifra del desempleo en Santiago, que se elevó al 15,6%, la mayor tasa en 35 años. La caída afectó a 470.000 personas que, mayormente, perdieron sus trabajos por la crisis social y económica, según señaló el estudio del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile.
“Lo que está ocurriendo es que estamos retrocediendo 20 años en el mercado laboral”, dijo Lorena Flores, directora ejecutiva del Centro de Microdatos. Centenares de miles de trabajadores independientes, que debieron acatar la cuarentena por el desborde de casos y que no pueden trabajar a distancia, quedaron cesantes.
La pandemia también pegó duro en Perú. En abril, un mes después del comienzo de la cuarentena decretada por el presidente Martín Vizcarra, el 42% de la población señaló que se había quedado sin trabajo o no percibía ningún ingreso, según indicó una encuesta nacional del diario El Comercio .
Ya en marzo la población económicamente activa bajó en 288.000 personas en el área metropolitana de Lima, un descenso que se reflejó en los miles de ciudadanos del interior que se quedaron sin trabajo y se fueron de vuelta a sus pueblos.
En Colombia, el gobierno del conservador Iván Duque declaró la emergencia económica para atender la pandemia y se espera la destrucción de miles de puestos de trabajo. En marzo el desempleo aumentó a 12,6%, 1,8 puntos más que el mismo mes del año pasado y el peor registro en la última década.
En varias ciudades los vecinos más vulnerables reclaman más ayuda ante la imposibilidad de salir a trabajar, en un país con una informalidad del 47%.
Si bien el gobierno movilizó millones de dólares para gestionar la crisis -según datos oficiales, el 11% del PBI-, entre otras cosas para garantizar los créditos para que las pymes mantengan sus nóminas, opositores y economistas señalan que la inversión fue menor a la destinada en otros países de la región.
A medida que la disponibilidad de empleos disminuye, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) estimó que la cantidad de personas que actualmente experimentan inseguridad alimentaria (3,4 millones) podría cuadruplicarse en 2020, hasta los 13,7 millones.
“Es vital y urgente que brindemos asistencia alimentaria a la creciente cantidad de personas vulnerables en la región, así como a aquellos que dependen del trabajo informal. Todavía tenemos tiempo para evitar que esta crisis se convierta en una pandemia de hambre”, dijo Miguel Barreto, director regional del PMA para América Latina y Caribe.
Fuente: La Nación