Ley y Orden: El futuro de los suplementos regulados

Un 60% de los latinoamericanos viven con desnutrición. Expertos unen esfuerzos en pro de la nutrición de América Latina para combatir la desinformación nutrimental
28 octubre, 2025

Ley y Orden: El futuro de los suplementos regulados

Fecha de publicación: 14 noviembre, 2025

Autor: Dr. Gustavo Velderrain

Ley y Orden: El futuro de los suplementos regulados

En el universo de la nutrición moderna, los suplementos alimenticios pasaron de ser una curiosidad de nicho a convertirse en protagonistas de los hábitos de bienestar. Hoy están en farmacias, supermercados y hasta en redes sociales, prometiendo energía, rendimiento, equilibrio digestivo o mejor descanso. Pero no siempre fue así de claro. A finales del siglo XX y principios de los 2000, el auge del bienestar abrió la puerta tanto a la innovación científica como a una avalancha de productos sin control: los famosos productos milagro. Prometían curas instantáneas, “metabolismos acelerados” o “rejuvenecimientos naturales” que sonaban más a guion de ciencia ficción que a nutrición responsable. Eran los impostores del sector: se presentaban como suplementos, pero sin respaldo científico ni garantía de seguridad.

Esa época marcó un antes y un después. Sin regulación, el consumidor no tenía herramientas para distinguir la evidencia de la promesa vacía. Y cuando la línea entre un suplemento y un tratamiento milagroso se borra, pierde la confianza no solo quien compra, sino toda una industria que sí trabaja con rigor y evidencia. Por eso la regulación no es un obstáculo, sino el filtro que separa la ciencia del ruido. En Europa y América Latina, las normas actuales están construyendo ese equilibrio: guías técnicas, sistemas de nutrivigilancia, límites de composición y control de alegaciones están redefiniendo el terreno. No para castigar, sino para proteger la legitimidad de lo que los suplementos realmente son: herramientas nutricionales para mantener la salud en personas sanas.

Desde la visión de ALANUR, esa es la dirección correcta. Un marco regulatorio fuerte permite que los suplementos sigan siendo accesibles, seguros y confiables. En las siguientes líneas exploraremos cómo está cambiando este panorama en Europa y América Latina, y por qué el futuro de los suplementos —ahora sí— se construye con evidencia y responsabilidad.

1. Qué es un suplemento (y por qué la ley importa)

En teoría, definir qué es un suplemento alimenticio parece sencillo: un producto destinado a complementar la dieta con nutrientes, no a sustituirla ni a curar enfermedades. En la práctica, esa diferencia ha sido históricamente el campo de batalla de autoridades, fabricantes y consumidores.

Durante años, muchos países de América Latina no contaban con un marco legal claro, lo que permitió que la frontera entre “nutrición” y “terapia” se diluyera. Brasil fue uno de los primeros en ordenar ese caos con la RDC 243/2018, que estableció límites y criterios técnicos para vitaminas, minerales y otras sustancias bioactivas. El cambio fue notable: la cantidad permitida de vitamina E aumentó 100 veces, la de B6 unas 76 veces y la de vitamina C 43 veces, siempre dentro de márgenes seguros y proporcionales a la ingesta diaria recomendada. Además, se definió que los suplementos deben cubrir entre 15 % y 60 % del valor diario de referencia, evitando excesos. Ese tipo de ajustes no son simples tecnicismos: marcan la diferencia entre un producto responsable y uno potencialmente riesgoso. Cuando un suplemento ofrece más de lo que el cuerpo necesita, deja de ser nutrición y empieza a comportarse como un experimento. Cada cuerpo es distinto, con necesidades determinadas por la edad, el estilo de vida y los hábitos alimenticios. Lo que para una persona puede ser un apoyo, para otra podría representar un exceso. Por eso el consumo responsable no es una opción, es una habilidad que debemos aprender como consumidores. Entender qué necesitamos —y cuándo— es tan importante como elegir un producto seguro y regulado.

En Europa, las normas también evolucionaron hacia una definición más uniforme. El Reglamento (CE) Nº 1924/2006, que regula las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables, obligó a las empresas a justificar científicamente cada mensaje del etiquetado. No bastaba decir “refuerza el sistema inmunológico”; había que demostrarlo. Hoy, solo las alegaciones respaldadas por dictámenes positivos de la EFSA pueden aparecer en la etiqueta. Y el impacto se nota: en los últimos 20 años, la industria europea de suplementos creció hasta 532 millones de euros, pero con un cambio de paradigma: más ciencia, más vigilancia y menos improvisación. Las encuestas muestran que el 87 % de los consumidores considera importante el etiquetado claro, y un 85 % confía más en un producto con respaldo regulatorio que en uno que promete resultados “naturales” sin evidencia. La regulación, en resumen, no frena la innovación; la ordena. Permite que los suplementos sean lo que deben ser: aliados de la nutrición cotidiana, no héroes falsos con capas de marketing.

Y por eso, la regulación también debe hacerse de manera responsable: ni tan permisiva que abra la puerta a productos milagro, ni tan restrictiva que bloquee la innovación. Todos tenemos un papel en este equilibrio: el regulador, la industria y nosotros como consumidores.

2. Lo que dicen los números: cómo consumen suplementos los latinoamericanos y europeos

Hablar de regulación también implica entender la magnitud del fenómeno que intenta ordenar. En América Latina, el consumo de suplementos alimenticios ha crecido a un ritmo constante del 8 % anual en la última década, impulsado por un mayor interés en la salud preventiva y el bienestar cotidiano. Sin embargo, esa expansión no ha sido homogénea ni exenta de desafíos: solo cuatro países (Brasil, México, Colombia y Chile) concentran más del 70 % del mercado regional, y sus marcos regulatorios son tan distintos entre sí que el mismo producto puede clasificarse como “suplemento”, “medicamento” o incluso “alimento fortificado” dependiendo de dónde se venda.

En Europa, la historia es distinta, pero el mensaje es el mismo: sin armonización regulatoria, hay confusión. A pesar del Reglamento 1925/2006, que buscó establecer reglas claras sobre adición de nutrientes y límites máximos, aún existen diferencias notables. Un estudio del European Federation of Associations of Health Product Manufacturers (EHPM, 2024) reveló que los valores máximos permitidos de vitamina D varían hasta en 10 veces entre países miembros, mientras que el hierro o el zinc pueden fluctuar hasta 15 veces entre un país y otro. Esta falta de uniformidad genera incertidumbre tanto en la industria como en los consumidores. El 62 % de los fabricantes europeos afirmó que los costos de reformulación para adaptarse a cada país representan una de sus principales barreras de crecimiento. Pero, paradójicamente, los consumidores siguen demandando más: uno de cada tres europeos toma suplementos de manera regular, y más del 60 % declara hacerlo bajo recomendación de un profesional de la salud.

En América Latina, ese acompañamiento profesional es todavía una asignatura pendiente. Según una encuesta regional reciente, menos del 35 % de los consumidores consulta a un especialista antes de iniciar un suplemento, y el 40 % reconoce basar su elección en publicidad o redes sociales. Este dato no solo explica la importancia de la educación nutricional, sino también la necesidad de marcos regulatorios que garanticen información veraz, etiquetas claras y productos con respaldo científico.

En síntesis, los números reflejan una tendencia común: el consumo crece más rápido que la comprensión. La regulación, por tanto, no debería verse como un freno, sino como un puente entre el interés del consumidor y la responsabilidad de la industria.

3. América Latina y Europa: caminos distintos hacia la misma meta

Si el mundo de los suplementos fuera una carretera, América Latina y Europa estarían yendo en la misma dirección, pero en carriles diferentes. Ambos buscan garantizar seguridad, transparencia y respaldo científico… solo que cada uno avanza a su ritmo, con obstáculos propios.

En Europa, la ruta se ha trazado con décadas de trabajo coordinado. El Reglamento (UE) Nº 1924/2006 sobre declaraciones nutricionales y de propiedades saludables, junto con las guías de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), estableció un estándar global de rigor científico. No cualquier alegación puede llegar al consumidor: debe estar sustentada por evidencia clínica y revisiones sistemáticas. Hasta hoy, menos del 10 % de las alegaciones presentadas por la industria han sido aprobadas por la EFSA, lo que refleja el nivel de exigencia con que se protege la salud pública. Mientras tanto, en América Latina, el proceso avanza en una etapa más heterogénea. Brasil ha marcado el paso con la RDC 243/2018, que sirvió de referencia para que países como Chile, México y Colombia revisaran sus propios marcos regulatorios. Sin embargo, aún persisten diferencias: los límites máximos de nutrientes, las definiciones de “suplemento” y las exigencias de etiquetado varían tanto que un mismo producto puede clasificarse como “alimento fortificado” en un país y como “medicamento” en otro.

Aun así, el panorama regional está cambiando. Cada vez más autoridades incorporan listas positivas de ingredientes, requisitos de pureza y trazabilidad, y límites basados en las Ingestas Diarias Recomendadas (IDR) y los Niveles Máximos Tolerables (UL) definidos por la OMS y el Codex Alimentarius. Esto no solo protege al consumidor, sino que también impulsa una competencia más justa y eleva los estándares de calidad en la industria. En este proceso, la Alianza Latinoamericana de Nutrición Responsable (ALANUR) ha desempeñado un papel relevante como articuladora entre los distintos actores del sector. Desde su creación en 2011, promueve la colaboración entre autoridades, industria y comunidad científica, impulsando la educación, la investigación y el fortalecimiento regulatorio. Sus programas técnicos han contribuido a generar espacios de diálogo que fomentan la adopción de marcos normativos más claros y basados en evidencia científica.

En el fondo, tanto Europa como América Latina buscan lo mismo: una regulación que no castigue la innovación, sino que la acompañe con responsabilidad. Porque la salud pública no se defiende con promesas vacías, sino con ciencia, transparencia y consumidores informados.

4. El futuro de la regulación: innovación, evidencia y educación

El mundo de los suplementos alimenticios cambia tan rápido como la ciencia que los respalda. Lo que ayer era tendencia hoy se evalúa con lupa, y lo que parecía imposible —como personalizar un suplemento según tu ADN o microbiota— ya empieza a ser realidad. En ese contexto, la regulación no puede quedarse atrás. Las nuevas tecnologías están transformando el modo en que se diseñan, prueban y comercializan los suplementos. La nutrigenómica, por ejemplo, abre la puerta a entender cómo nuestros genes influyen en la forma en que aprovechamos nutrientes. La inteligencia artificial, aplicada a la evaluación de seguridad y trazabilidad, ya se usa en la Unión Europea para analizar grandes bases de datos y detectar posibles riesgos antes de que lleguen al consumidor. Y los avances en etiquetado inteligente —con códigos QR que enlazan a estudios, certificados de pureza o reportes de sostenibilidad— están acercando la ciencia al público de una forma inédita.

Pero toda innovación necesita de un terreno regulatorio fértil. Los países que invierten en ciencia y transparencia generan confianza, y esa confianza se traduce en crecimiento sostenido. Según datos recientes del Council for Responsible Nutrition (CRN, 2024), el 74 % de los consumidores considera que las normas claras y las auditorías periódicas aumentan su disposición a consumir suplementos. En América Latina, ese equilibrio entre innovación y seguridad se está construyendo paso a paso. Iniciativas impulsadas por organizaciones científicas, académicas y asociaciones regionales buscan garantizar que el desarrollo tecnológico vaya acompañado de evidencia sólida y comunicación responsable. Educar al consumidor será el siguiente gran desafío, porque la mejor regulación del mundo pierde fuerza si el usuario no sabe interpretarla.

Al final, el futuro de los suplementos no solo depende de los laboratorios o las autoridades, sino también de la confianza que seamos capaces de construir como sector. Innovar con rigor, regular con ciencia y educar con empatía: ese es el verdadero triángulo virtuoso para una nutrición responsable.

5. Conclusión: hacia una nueva era de responsabilidad compartida

La regulación no es el villano de la historia, es el guion que permite que la ciencia y la industria hablen el mismo idioma. Gracias a ella, los suplementos pueden seguir siendo lo que siempre debieron ser: herramientas nutricionales seguras, accesibles y respaldadas por evidencia.

Durante años, el vacío normativo permitió la proliferación de promesas exageradas, los llamados “productos milagro”, que confundieron al consumidor y dañaron la confianza en toda una categoría. Hoy, esa etapa empieza a quedar atrás. Las nuevas regulaciones, tanto en Europa como en América Latina, apuntan a un futuro en el que la transparencia, la educación y la trazabilidad sean la base del mercado.

Pero la responsabilidad no recae solo en los reguladores o en la industria. Cada consumidor tiene un papel activo: informarse, elegir con criterio y entender que la salud no depende de la moda del mes, sino del equilibrio diario entre alimentación, estilo de vida y decisiones conscientes.

En esa visión compartida, el reto de todos —autoridades, empresas, científicos y ciudadanos— es construir una cultura donde la nutrición responsable sea la norma y no la excepción. Porque cuando la regulación se apoya en ciencia, y el consumo en conocimiento, todos ganamos.

Nada supera una buena evidencia científica.

Y eso, en ALANUR, lo tenemos muy claro.

 

Si quieres profundizar más en los estudios que dieron forma a este artículo, consulta las referencias que compartimos a continuación.

  • Abe‑Matsumoto, L. T., Acosta Iglesia, V. P., & Minazzi‑Rodrigues, R. S. (2021). Vitamin dietary supplement: changes and challenges with the new ANVISA regulations. International Journal of Nutrology, 14(2), e34–e42.
  • Arevalo, R. C., & Sanches, F. F. Z. (2022). Avaliação de rótulos de suplementos alimentares frente à legislação brasileira vigente. Brazilian Journal of Food Technology, 25, e2021120.
  • Banach, M., Latkovskis, G., Penson, P. E., et al. (2024). Postmarketing nutrivigilance safety profile: a line of dietary food supplements containing red yeast rice for dyslipidemia. Archives of Medical Science, 20(5), 856–863.
  • de Souza, E., et al. (2023). Erice Manifesto 2022: on the surveillance of potential harms caused by food supplements in Europe. Drug Safety, 46, 995–1001.
  • Dinu, M., et al. (2025). A balancing act—20 years of Nutrition and Health Claims Regulation in Europe. Foods, 14(2), 256.
  • Ribeiro, M., et al. (2025). Brazilian front‑of‑package nutrition labeling: consumer perceptions on social media platform X. Frontiers in Nutrition, 12, 1666794.
  • Ramírez‑Vélez, R., et al. (2018). Use of dietary supplements by pregnant women in Colombia. BMC Pregnancy and Childbirth, 18, 117.
  • Mursu, J., et al. (2023). Is dietary (food) supplement intake reported in European national nutrition surveys? Nutrients, 15(18), 4043.
  • Luthra, V. R., & Toklu, H. Z. (2023). Nutrivigilance: the road less traveled. Frontiers in Pharmacology, 14, 1274810.
  • Fazzino, L. F., et al. (2021). Herbal and dietary supplement–induced liver injury: highlights of the Latino American DILI Network. World Journal of Hepatology, 13(10), 1534–1545.

 

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