Hígado feliz, vida feliz:
¿Qué suplementos son seguros?
El
hígado es como ese editor silencioso que revisa cada página antes de que llegue
al público: no importa lo que comas, bebas o tomes, todo pasa primero por él.
Procesa nutrientes, desactiva toxinas y mantiene el equilibrio de nuestro
metabolismo. Y como buen editor, cuando algo no encaja, se nota: cansancio,
digestiones pesadas, análisis alterados o, en los casos más extremos, daño
hepático.
En
los últimos años, los suplementos alimenticios han ganado un lugar protagónico
en la vida de millones de personas. Y junto con su popularidad, también
surgieron titulares alarmantes: reportes de casos de hepatitis asociada a
extracto de té verde, brotes de daño hepático con productos para perder peso o
advertencias sobre hierbas tradicionales. ¿Significa esto que los suplementos
son un peligro para el hígado? La respuesta corta es no. La larga, y la que
exploraremos aquí, es que todo
depende de qué suplemento, en qué dosis, en qué contexto y con qué calidad.
Porque,
así como hay ejemplos de productos mal formulados o mal utilizados que han dado
problemas, también existe un creciente cuerpo de evidencia que muestra que
algunos nutrientes y compuestos pueden ser aliados poderosos para la salud hepática, desde la vitamina E en forma
de tocotrienoles hasta los simbióticos que equilibran la microbiota.
En
ALANUR creemos que la clave no es sembrar miedo, sino fomentar un uso informado y responsable. Los suplementos no son
fármacos ni sustitutos de un tratamiento médico; son herramientas nutricionales diseñadas para
población sana
que, bien elegidas y correctamente usadas, pueden sumar mucho a nuestro
bienestar.
¿Qué significa “seguridad
hepática” en suplementos?
Cuando se habla de seguridad del hígado en
relación con suplementos, el término técnico que aparece es DILI (drug-induced
liver injury, o lesión hepática inducida por compuestos). Aunque suele
usarse con medicamentos, también incluye productos herbales y suplementos
alimenticios.
El DILI se clasifica principalmente en tres
patrones:
- Hepatocelular,
cuando se dañan sobre todo las células hepáticas y se elevan enzimas como
ALT o AST.
- Colestásico,
cuando lo que se bloquea es el flujo de bilis y aumentan marcadores como
la fosfatasa alcalina o la bilirrubina.
- Mixto,
cuando ambos procesos aparecen al mismo tiempo.
En los Estados Unidos, los suplementos
herbales y dietéticos representan aproximadamente el 20 % de todos los casos
de DILI, y la tendencia ha ido en aumento en la última década
1 - Nutrients
. Eso significa que de cada 5 casos de lesión hepática inducida por
sustancias, al menos 1 se relaciona con algún suplemento. La base de datos del
consorcio DILIN (Drug-Induced Liver Injury Network) documentó que entre
2004 y 2012 el porcentaje de casos asociados a suplementos pasó del 7 % al
20 %, reflejando tanto el crecimiento del mercado como los desafíos de
regulación y trazabilidad.
La gravedad también varía. En la mayoría de
los reportes, los pacientes se recuperan tras suspender el producto. Sin
embargo, un porcentaje menor requiere hospitalización, y casos extremos han
llegado a trasplante hepático o incluso fallecimiento, como ocurrió con brotes
asociados a productos multi-ingrediente para pérdida de peso.
Por eso, cuando hablamos de seguridad
hepática no estamos diciendo que todos los suplementos “dañan el hígado”, sino
que es un tema de contexto, dosis, calidad y susceptibilidad individual.
Y es aquí donde conviene mirar con lupa: ¿qué productos han generado problemas
y bajo qué circunstancias?, y ¿qué compuestos, en cambio, muestran evidencia de
ser aliados del hígado?
Cuando
han dado problemas: qué, cómo y por qué
Que quede claro desde
el principio: la
mayoría de las personas que consumen suplementos no tienen problemas hepáticos. Sin embargo, algunos reportes
clínicos han mostrado que, en condiciones muy específicas, ciertos productos
pueden afectar al hígado. Lo importante no es generar miedo, sino entender qué pasó, con qué productos y en qué
circunstancias,
para usar esa información a favor de un consumo responsable.
Uno de los casos más
comentados es el extracto
de té verde.
Aunque es una bebida segura en su forma tradicional, en suplementos
concentrados de catequinas (EGCG) se han descrito casos de hepatitis aguda, sobre todo cuando se consumen dosis muy altas (≥800 mg al día) o en ayuno. La mayoría se recupera al suspenderlo,
pero en un pequeño porcentaje fue necesario incluso un trasplante hepático.
Algo similar ocurre con
algunos productos
multi-ingrediente para perder peso, como Hydroxycut® u OxyELITE Pro™. En
series de casos y brotes bien documentados se reportaron hospitalizaciones, y en Hawái incluso dos trasplantes y una muerte asociados a OxyELITE Pro™. El
problema no fue un “ingrediente misterioso” sino la falta de trazabilidad y las
reformulaciones constantes, que complicaban identificar exactamente qué estaba
causando el daño.
Otros suplementos que
han dado señales de riesgo son la Garcinia cambogia (un caso grave de falla hepática fulminante con trasplante), el kratom (con lesiones hepáticas de tipo
colestásico que suelen revertir al suspender), y la ashwagandha. En esta última, una serie de India
encontró tres
muertes,
pero todas en pacientes que ya tenían enfermedad hepática previa; en población sana, el riesgo
es mucho menor.
No solo las plantas:
también hay reportes con niacina
en dosis muy altas
(vitamina B3 en forma de liberación prolongada), que llegó a causar un caso
fatal en una persona con hígado enfermo. Y con el arroz de levadura roja, cuyos extractos contienen
monacolina K (químicamente idéntica a la lovastatina), se han descrito hepatitis agudas. Esto recuerda que, aunque el
producto se presente como “natural”, su principio activo puede comportarse
igual que un fármaco.
Incluso el black cohosh, usado tradicionalmente para
síntomas de la menopausia, ha sido objeto de debate: hay reportes de daño
hepático, aunque la evidencia no es concluyente. Tanto así que algunos expertos
han sugerido añadir
advertencias en etiquetas
hasta tener mayor claridad.
En conjunto, los datos
muestran que los suplementos representan cerca del 20 % de todos los casos de daño hepático
inducido por sustancias en EE. UU., una cifra que ha crecido en la última
década. Pero también hay que ponerlo en perspectiva: los desenlaces graves
(como trasplantes o muertes) son muy poco frecuentes, y la mayoría de los pacientes mejora
al suspender el producto.
La lección es simple:
el riesgo no viene del concepto “suplemento” en sí, sino de dosis excesivas, combinaciones poco
claras, uso en personas con hígado ya dañado o la falta de controles de calidad
en algunos productos.
Factores que aumentan el riesgo
Los casos de daño hepático asociados a
suplementos no aparecen de la nada. Suelen estar vinculados a dosis muy por
encima de lo normal, a productos de mala calidad o a personas con un
hígado ya debilitado. Veamos en qué situaciones concretas se han dado los
problemas.
1.
Dosis demasiado altas.
Con el extracto
de té verde, el riesgo se observó a partir de ≥800 mg de EGCG al día.
¿Qué significa esto en la práctica?
·
Una taza de té verde aporta unos 50–100
mg de EGCG → habría que beber 10 a 15 tazas diarias para llegar a
esa cantidad.
·
Una cápsula de suplemento suele contener
entre 100 y 200 mg de EGCG → se necesitarían 4 o más cápsulas de las
presentaciones más concentradas al día, especialmente si se toman en ayunas,
para alcanzar esa dosis de riesgo.
Tomar una o dos tazas de té verde, o una cápsula de suplemento dentro de lo
recomendado, no se acerca a esos niveles.
En el
caso de la niacina de liberación prolongada, los reportes graves se
dieron con dosis de 2–3 gramos al día. Para dimensionar: un
multivitamínico típico aporta 20–30 mg de niacina, es decir, quienes
tuvieron problemas estaban consumiendo 100 veces más de lo habitual.
2. Productos
con demasiados ingredientes.
Los
suplementos “para bajar de peso” tipo multi-ingrediente (como
Hydroxycut® u OxyELITE Pro™) fueron responsables de los brotes más llamativos.
En Hawái, OxyELITE Pro™ estuvo relacionado con decenas de hospitalizaciones,
2 trasplantes y 1 muerte. El problema fue la mezcla de compuestos y
los cambios de fórmula, que hacían imposible identificar al responsable.
3.
Enfermedad hepática previa.
Cuando el
hígado ya tiene daño de base, es más vulnerable. En los casos de ashwagandha,
los desenlaces fatales ocurrieron solo en personas con enfermedad hepática
crónica previa. Algo parecido pasó con la niacina en dosis altas: el
caso fatal se dio en alguien con hígado comprometido.
4.
Calidad y etiquetado dudosos.
Algunos
suplementos han mostrado ingredientes no declarados en la etiqueta. Por
ejemplo, se encontraron catequinas de té verde en productos que ni siquiera las
mencionaban. Eso significa que el consumidor no sabía realmente qué estaba
tomando.
5.
Susceptibilidad individual.
No todos
reaccionamos igual. En el caso del té verde, quienes sufrieron daño hepático
compartían más a menudo un marcador genético (HLA-B*35:01). Esto no
significa que todos debamos hacernos pruebas genéticas, pero sí que hay diferencias
individuales que explican por qué unos pocos desarrollan problemas mientras
la mayoría no.
Cuando
protegen al hígado
No todas las noticias sobre suplementos y el
hígado son negativas. De hecho, la investigación clínica muestra que algunos
compuestos pueden ser grandes aliados, especialmente en un problema muy
común: el hígado graso no alcohólico (NAFLD). Hoy se estima que afecta a 1
de cada 4 adultos en el mundo. Aquí algunos ejemplos de lo que la ciencia
ha encontrado:
Vitamina E en forma de
tocotrienoles.
En un ensayo clínico con 71 pacientes con
hígado graso, quienes recibieron 300 mg diarios de delta-tocotrienol
(aprox. 2 cápsulas estándar de suplemento) durante 12 semanas redujeron
inflamación y grasa en el hígado frente al placebo. La vitamina E, en esta
forma específica, parece actuar como un antioxidante hepático potente.
Resveratrol.
Famoso por su presencia en la uva y el vino
tinto, el resveratrol también se ha probado en cápsulas. En un ensayo con 60
pacientes, 500 mg diarios (equivalente a lo que encontrarías en decenas
de botellas de vino tinto, pero concentrado en una cápsula) mejoraron
enzimas hepáticas y la sensibilidad a la insulina en solo 12 semanas.
Silymarin (cardo mariano).
Este extracto vegetal se usa desde hace
siglos para apoyar al hígado. En un estudio moderno, tomar 420 mg diarios de
silymarin (unas 3 cápsulas promedio) ayudó a reducir enzimas hepáticas
(ALT, AST) en pacientes con esteatosis. Aunque los resultados varían entre
ensayos, la tendencia general es positiva.
N-acetilcisteína (NAC).
La NAC es un antioxidante conocido por su
uso hospitalario en intoxicaciones por paracetamol, pero también se encuentra
como suplemento oral. Las cápsulas suelen contener 600 mg, y en estudios
clínicos con adultos se han usado dosis de 1.200–1.800 mg diarios (2–3
cápsulas al día). Con estas cantidades, se observaron mejoras en enzimas
hepáticas y marcadores de inflamación en pacientes con hígado graso.
Simbióticos (probióticos +
prebióticos).
El intestino y el hígado están más
conectados de lo que pensamos. En un ensayo de 28 semanas, el consumo de
un simbiótico diario redujo significativamente la grasa hepática en comparación
con placebo. En la práctica, esto equivale a un sobrecito o cápsula al día
con cepas y fibras específicas, más allá de lo que aporta un yogur común.
Carnitina.
La L-carnitina, nutriente que ayuda a
movilizar grasas, también mostró beneficios en NAFLD. Con dosis de 2 g
diarios (equivalente a 2–4 cápsulas de suplemento, o a lo que aportarían
más de medio kilo de carne roja, pero sin la grasa saturada), los
pacientes mejoraron enzimas hepáticas y su perfil lipídico.
Lo que
podemos aprender de ambos lados
La evidencia nos deja una enseñanza
importante: el hígado no es enemigo de los suplementos, pero tampoco es
inmune a todo lo que consumimos. Los reportes de daño hepático muestran que
los problemas aparecen en contextos muy específicos: dosis excesivas (como
el equivalente a 10–15 tazas de té verde concentradas en cápsulas), productos
de mala calidad o con ingredientes ocultos, y personas con hígado ya debilitado.
Por otro lado, los ensayos clínicos nos
recuerdan que hay suplementos con potencial hepatoprotector. Nutrientes como
los tocotrienoles de la vitamina E, el resveratrol, la silymarin, la
carnitina o los simbióticos han mostrado beneficios medibles en marcadores
de inflamación, acumulación de grasa y función hepática en pacientes con hígado
graso. En términos sencillos: algunos suplementos mal usados pueden poner carga
al hígado, mientras que otros bien elegidos pueden ayudarlo a trabajar mejor
y envejecer con más salud.
El mensaje para el consumidor no debe ser
miedo ni desconfianza, sino uso informado y responsable. Los suplementos
son herramientas nutricionales para personas sanas, que se vuelven más
efectivas cuando se consumen en la dosis adecuada, de marcas
confiables y, de ser posible, con la orientación de un profesional de la
salud.
Porque, igual que ocurre con los alimentos,
lo que cuenta no es si algo es “bueno” o “malo” en abstracto, sino qué,
cuánto y cómo lo incorporamos a nuestra rutina.
Y
recuerda…
El hígado es ese gran
filtro silencioso que nos acompaña todos los días, y cuidarlo es clave para una
vida plena. Los suplementos, como toda herramienta nutricional, pueden jugar a
favor o en contra según cómo los usemos: algunos mal formulados o en dosis
excesivas pueden sobrecargarlo, mientras que otros, respaldados por evidencia
clínica, pueden ser verdaderos
aliados
para mantenerlo sano.
En ALANUR creemos que
la diferencia está en la información
y la responsabilidad.
Los suplementos no son fármacos, pero tampoco simples placebos: son un apoyo
real para la nutrición, siempre que se elijan bien y se consuman con criterio.
Por eso, nuestra
invitación es a seguir aprendiendo, cuestionando y construyendo juntos una
visión más clara sobre cómo la nutrición, los alimentos y los suplementos
pueden mejorar nuestra calidad de vida.
Y recuerda: Nothing beats a good scientific evidence.
Si quieres profundizar
más en los estudios que dieron forma a este artículo, consulta las referencias
que compartimos a continuación.
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