¿¡ES QUE NADIE PIENSA EN LOS NIÑOS!? Suplementos para los más pequeños

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¿¡ES QUE NADIE PIENSA EN LOS NIÑOS!? Suplementos para los más pequeños

Fecha de publicación: 19 junio, 2025

Autor: Dr. Gustavo Velderrain

¿¡Es que nadie piensa en los niños!?”… La frase, gritada al cielo por Helen Lovejoy en Los Simpson, se volvió un meme universal para exagerar preocupaciones. Y quizá no haya mejor forma de describir cómo se habla de la suplementación infantil: entre alarmas de “¡los niños no deberían tomar nada extra!” y promesas de “este frasquito hará que crezcan como superhéroes”.

 

El dramatismo suena gracioso en la caricatura, pero cuando hablamos de nutrición infantil no se trata de memes: sí hay motivos reales para preocuparse. La anemia por deficiencia de hierro todavía afecta a millones de niños en el mundo, la vitamina D escasea incluso en países soleados, y nutrientes como zinc, vitamina A o B12 son claves en etapas críticas del desarrollo.

Así que antes de entrar en el terreno de los mitos o del miedo, conviene preguntarnos: ¿qué sí sabemos de verdad sobre suplementos para niños?, ¿qué está respaldado por la ciencia, y qué es puro Lovejoy-ismo?

El verdadero drama: deficiencias nutricionales en niños

Si Helen Lovejoy hubiera tenido un podcast sobre nutrición, probablemente empezaría cada episodio con la misma alarma: “¡Los niños están en peligro!”. Y aunque suene exagerado en Springfield, la realidad es que las deficiencias nutricionales infantiles sí son un drama global, aunque no siempre se hable de ellas con rigor.

Tomemos el hierro, por ejemplo. La anemia ferropénica sigue siendo una de las deficiencias más frecuentes en la infancia: en India, un programa de polvos multinutrientes redujo la anemia en preescolares del 37% al 13% en un año, y cortó la anemia moderada a severa de un 10% a apenas 3%. Es como si en un salón de 30 niños, en vez de 11 cabeceando por cansancio, ahora solo 3 necesitaran recargar energías. La vitamina D también es protagonista. En Finlandia, un ensayo comparó 400 UI con 1200 UI diarias en lactantes durante sus dos primeros años. Años después, quienes recibieron la dosis más alta mostraban menos riesgo de problemas de conducta internalizantes (como ansiedad o retraimiento). Dicho en clave Simpson: menos “Milhouses tímidos” y más niños con confianza en el recreo. El zinc, por su parte, demostró en escolares tailandeses que 15 mg diarios durante seis meses se traducen en casi un centímetro extra de altura comparado con placebo. Puede sonar poco, pero en plena etapa de crecimiento ese centímetro es la diferencia entre quedarse en la banca o alcanzar la canasta en básquetbol.

Y aunque algunas promesas suenan mejor de lo que se cumplen, la ciencia también lo aclara. En Nepal, suplementar con vitamina B12 mejoró los biomarcadores sanguíneos, pero no cambió ni el crecimiento ni el neurodesarrollo. Es un recordatorio de que no todo suplemento es varita mágica: algunos son clave en poblaciones específicas, otros funcionan más como piezas que completan el rompecabezas. En neonatos muy pequeños, la vitamina A marcó otra diferencia: una dosis oral interdiaria de 10,000 UI redujo casi a la mitad la necesidad de oxígeno y la mortalidad en bebés con muy bajo peso. Un resultado enorme si pensamos en lo frágil que puede ser esa primera etapa de vida.

En conjunto, estos hallazgos nos muestran que el verdadero drama no es si los niños “deberían o no deberían tomar suplementos” como gritaría Helen Lovejoy, sino que millones de ellos todavía carecen de nutrientes esenciales para crecer y desarrollarse como deberían.

Cuando los nutrientes hacen equipo: polvos, pastas y batidos

Si los nutrientes individuales son como Bart, Lisa o Milhouse en sus aventuras por separado, los suplementos combinados son el capítulo donde todos se unen: puede salir un caos divertido… o una solución brillante. En el caso de la ciencia, casi siempre ha sido lo segundo. En la sección anterior hablamos de lo que ocurre cuando falta un nutriente específico: hierro que limita la energía, zinc que frena el crecimiento, vitamina D que impacta el desarrollo. Pero también hay otra forma de abordar el problema: no enfocarse en una sola pieza, sino en reforzar varias al mismo tiempo.

Los polvos multinutrientes (MNP) en India son un buen ejemplo. Al integrarlos de manera diaria en programas escolares, la anemia bajó del 37% al 13% en un año, y la anemia severa se redujo a menos de un tercio. Incluso las deficiencias de vitamina A mejoraron. No fue magia, fue simplemente que varios micronutrientes actuaron en sinergia, como un “combo de menú infantil” que en vez de juguetes trae energía y salud. Las pastas lipídicas (SQ-LNS) funcionan con la misma lógica de refuerzo múltiple. En Sudáfrica ayudaron a mejorar la hemoglobina y reducir la anemia en lactantes. En Zambia, un ensayo con más de 14 mil niños mostró beneficios poblacionales: mayor talla, menor riesgo de bajo peso y menos retraso de crecimiento. Y cuando los datos se juntaron en un meta-análisis internacional, la conclusión fue contundente: los SQ-LNS ayudan a que más niños pasen la línea del crecimiento saludable. En lenguaje de videojuego: pasaron de perder vidas en el primer nivel a tener más “power-ups” para seguir avanzando. Los batidos lácteos enriquecidos (ONS), por su parte, se ganaron un lugar en el podio cuando se probaron junto a consejería dietética en Vietnam. Tras 120 días, los niños ganaron más peso, mejoraron su apetito y hasta dormían mejor. De ser los que dejaban la comida en el plato, pasaron a pedir “¿hay más arroz con pollo?” en la mesa. Las revisiones clínicas recientes sobre vitamina D y hierro en pediatría coinciden en que el éxito no está en duplicar dosis de un solo nutriente, sino en la adherencia y el equilibrio. Alternar suplementos, usar fórmulas fortificadas o diseñar programas con varios micronutrientes a la vez suele dar resultados más sostenibles.

En conjunto, estos hallazgos nos enseñan que la suplementación combinada es más que sumar nutrientes: es diseñar estrategias integradas que cubren distintas brechas al mismo tiempo. Como en cualquier buen equipo de caricatura, cuando los personajes se unen, el resultado suele ser mucho mejor que la suma de sus partes.

Qué dicen los organismos de salud: entre guías y consensos

Si hasta aquí hemos visto lo que pasa en los ensayos clínicos, ahora toca preguntar: ¿qué opinan los “directores de la escuela”? Es decir, las grandes organizaciones de salud que definen qué se recomienda —y qué no— para los más pequeños.

La OMS y UNICEF llevan años insistiendo en la suplementación con hierro y vitamina A en contextos de alta deficiencia. No lo plantean como “píldoras milagrosas”, sino como intervenciones básicas de salud pública: igual que vacunar o dar sales de rehidratación, entregar micronutrientes puede salvar millones de vidas y mejorar el crecimiento en etapas críticas. En el caso de la vitamina D, la mayoría de consensos pediátricos (como los europeos resumidos en Nutrients y Frontiers in Medicine 2023) coinciden: los lactantes deben recibir suplementación rutinaria, incluso en países soleados, porque la dieta sola no alcanza. Eso sí, la discusión ya no es “si suplementar”, sino “cómo lograr la mejor adherencia”: ¿diaria, semanal, en fórmulas fortificadas? Las guías sugieren que lo importante es mantener el nivel adecuado, no tanto el formato. La Academia Americana de Pediatría (AAP) también marca líneas claras: hierro suplementario en lactantes de bajo peso o en los primeros meses si la lactancia materna exclusiva no cubre los requerimientos; vitamina D sistemática; y vigilancia de deficiencias específicas en adolescentes activos o con dietas restrictivas. Aquí no hay gritos al estilo Helen Lovejoy, sino recomendaciones con base sólida. La ESPGHAN (Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica) ha reforzado que la suplementación no es para “todos en todo momento”, sino para contextos donde la dieta no alcanza. Es un recordatorio de balance: no se trata de llenar la mochila del niño con frascos, sino de usar las herramientas correctas cuando hacen falta.

Y en cuanto a estrategias combinadas, los consensos clínicos respaldan lo que vimos en los estudios: los polvos multinutrientes y las pastas lipídicas son intervenciones seguras y efectivas en regiones con alta prevalencia de anemia y retraso en crecimiento. No son moda, son programas avalados por evidencia y aplicados a gran escala.

En conjunto, la voz de los organismos internacionales es clara: los suplementos no sustituyen la alimentación, pero sí son aliados valiosos en etapas críticas y en contextos donde la dieta no basta por sí sola.

Mitos comunes: entre exageraciones y confusiones

Cuando se habla de suplementos en niños, es fácil encontrarse con frases que se repiten más que el gag de Moe echando a Barney de la taberna. Veamos algunos de los más comunes y qué dice la evidencia.

Si comen bien, no necesitan nada más.

Suena lógico… en teoría. Pero la realidad es que muchos niños no comen “como en el libro de texto”: entre selectividad alimentaria, falta de acceso a variedad y dietas cada vez más monótonas, es raro encontrar la dieta perfecta. De hecho, estudios como los de India y Zambia muestran que, incluso en programas con alimentación complementaria, siguen apareciendo deficiencias de hierro, zinc o vitamina A. No es que los suplementos reemplacen la comida, pero sí pueden ser el “plan B” cuando la dieta no alcanza.

“Dar suplementos es como dar medicinas.”

Aquí está la gran confusión. Un suplemento de vitamina D no es un antibiótico, ni un polvo multinutriente es un jarabe para la tos. La diferencia está en la intención: los suplementos se diseñan para cubrir necesidades nutricionales, no para tratar enfermedades. Lo dicen la OMS, la AAP y la ESPGHAN: su función es preventiva, no terapéutica. Pensarlos como fármacos es como confundir el recreo con la sala de emergencias: contextos distintos, funciones distintas.

“Los suplementos dañan el hígado o los riñones de los niños.”

Este mito suena fuerte, pero no tiene respaldo en la evidencia cuando hablamos de suplementos en dosis recomendadas. Ensayos con miles de niños usando MNP o LNS a gran escala muestran seguridad consistente. Los únicos riesgos documentados aparecen con megadosis o usos inadecuados, algo que no forma parte de las recomendaciones oficiales. Dicho de otra forma: lo que hace daño no es el suplemento, sino el exceso o el mal uso, igual que pasa con el azúcar o incluso con el agua.

“Los suplementos generan dependencia.”

No, los niños no se “acostumbran” a la vitamina D o al zinc de modo que luego no puedan vivir sin ellos. Lo que ocurre es que en etapas de rápido crecimiento (los primeros mil días de vida, por ejemplo), las necesidades son tan altas que la dieta sola no siempre cubre todo. Una vez que esas etapas pasan y la alimentación mejora, el suplemento deja de ser necesario. Es un apoyo temporal, no una muleta eterna.

¿Y quién me guía en todo esto?

Una de las preguntas más frecuentes entre los padres es si dar suplementos a los niños sin supervisión es arriesgado. La evidencia acumulada en los últimos años es clara: los suplementos que han sido evaluados en población infantil —como vitamina D, hierro, zinc, vitamina A o polvos multinutrientes— han mostrado perfiles de seguridad adecuados cuando se usan en las dosis recomendadas y con productos de calidad regulada. Las guías internacionales coinciden en que el punto clave no está en la seguridad básica, sino en el uso estratégico según la edad, el contexto y las necesidades. Porque no es lo mismo recomendar vitamina D a todos los lactantes —como sugieren los consensos europeos y americanos— que decidir cuándo un adolescente vegetariano necesita vitamina B12, o cuándo un niño con dieta limitada puede beneficiarse de hierro extra. Esa es la diferencia entre aplicar la evidencia con criterio o caer en la improvisación.

Y aquí conviene ser claros: no hablamos del consejo improvisado de Moe en la taberna, ni del entusiasmo de Homero que compra lo primero que ve en el supermercado. El acompañamiento adecuado viene de profesionales de la salud con formación en pediatría y nutrición: pediatras, médicos, nutriólogos o dietistas-nutricionistas. Dicho de otra forma, cuando se trata de la salud de los niños, es mejor escuchar la voz sensata de una Lisa científica o el criterio confiable del Dr. Hibbert, que un rumor de vecindario. La evidencia lo muestra: en Finlandia, suplementar con 1200 UI de vitamina D redujo el riesgo de problemas internalizantes en la infancia, aunque también aparecieron matices en crecimiento y alergias; en Nepal, la vitamina B12 mejoró biomarcadores sin efecto inmediato en talla o desarrollo; y en programas comunitarios como los de India y Zambia, los polvos multinutrientes y las pastas lipídicas mostraron eficacia, pero siempre bajo implementación de los sistemas de salud. Estos ejemplos ilustran que los suplementos son seguros y útiles, pero su aplicación óptima depende de la interpretación profesional y del contexto.

En resumen: no se trata de llenar la alacena de frascos, sino de usar las herramientas correctas con la guía adecuada. En Springfield, como en la vida real, más vale un Dr. Hibbert con datos en mano que un Homero improvisando con la lista del súper.

Conclusión: sí, alguien piensa en los niños

En Los Simpson, Helen Lovejoy grita su famoso “¿¡Es que nadie piensa en los niños!?” para dramatizar cualquier situación. En la vida real, cuando hablamos de nutrición infantil, la buena noticia es que sí hay quien piensa en ellos: la ciencia, los profesionales de la salud y las recomendaciones de organismos internacionales.

Los estudios que revisamos muestran que nutrientes como la vitamina D, el hierro, el zinc, la vitamina A o los polvos multinutrientes no son “pócimas mágicas”, sino herramientas nutricionales que, bien aplicadas, pueden marcar la diferencia en crecimiento, desarrollo y bienestar.

En ALANUR creemos que hablar de suplementos es hablar de prevención, equilibrio y acompañamiento informado. No se trata de reemplazar la alimentación ni de llenar la alacena de frascos, sino de reconocer que, en ciertas etapas críticas, estas herramientas ayudan a cerrar brechas nutricionales y dar a los niños la oportunidad de crecer sanos y fuertes.

Así que la próxima vez que escuches el grito de “¿¡Es que nadie piensa en los niños!?”, recuerda: sí, alguien lo hace, y lo hace con evidencia científica en la mano.

En nuestro blog encontrarás más artículos que explican cómo la ciencia de los suplementos se conecta con la vida cotidiana, siempre con rigor y un lenguaje cercano.

Si quieres saber más sobre los artículos y estudios consultados para la redacción de este artículo, revisa las referencias que compartimos a continuación.

  • Sandboge S., Räikkönen K., Lahti-Pulkkinen M., et al. (2023). Effect of Vitamin D₃ supplementation in the first 2 years of life on psychiatric symptoms at ages 6–8 years: a randomized clinical trial. JAMA Network Open, 6(5), e2314319. https://10.1001/jamanetworkopen.2023.14319 
  • Svensson, L., Chmielewski, G., Czyzewska, E., Domellöf, M., Konarska, Z., Piescik-Lech, M., Späth, C., Szajewska, H., & Chmielewska, A. (2024). Effect of Low-Dose Iron Supplementation on Early Development in Breastfed Infants: A Randomized Clinical Trial. JAMA pediatrics178(7), 649–656. https://doi.org/10.1001/jamapediatrics.2024.1095 
  • Rerksuppaphol, S., & Rerksuppaphol, L. (2018). Zinc supplementation enhances linear growth in school-aged children: A randomized controlled trial. Pediatric reports9(4), 7294. https://doi.org/10.4081/pr.2017.7294 
  • Strand, T. A., Ulak, M., Hysing, M., Ranjitkar, S., Kvestad, I., Shrestha, M., Ueland, P. M., McCann, A., Shrestha, P. S., Shrestha, L. S., & Chandyo, R. K. (2020). Effects of vitamin B12 supplementation on neurodevelopment and growth in Nepalese Infants: A randomized controlled trial. PLoS medicine17(12), e1003430. https://doi.org/10.1371/journal.pmed.1003430
  • Black, M. M., Fernandez-Rao, S., Nair, K. M., Balakrishna, N., Tilton, N., Radhakrishna, K. V., Ravinder, P., Harding, K. B., Reinhart, G., Yimgang, D. P., & Hurley, K. M. (2021). A Randomized Multiple Micronutrient Powder Point-of-Use Fortification Trial Implemented in Indian Preschools Increases Expressive Language and Reduces Anemia and Iron Deficiency. The Journal of nutrition151(7), 2029–2042. https://doi.org/10.1093/jn/nxab066
  • Smuts, C. M., Matsungo, T. M., Malan, L., Kruger, H. S., Rothman, M., Kvalsvig, J. D., Covic, N., Joosten, K., Osendarp, S. J. M., Bruins, M. J., Frenken, L. G. J., Lombard, C. J., & Faber, M. (2019). Effect of small-quantity lipid-based nutrient supplements on growth, psychomotor development, iron status, and morbidity among 6- to 12-mo-old infants in South Africa: a randomized controlled trial. The American journal of clinical nutrition109(1), 55–68. https://doi.org/10.1093/ajcn/nqy282
  • Best, K. P., Sullivan, T. R., Gunaratne, A. W., Gould, J. F., Gibson, R. A., Collins, C. T., Makrides, M., & Green, T. J. (2023). Effect of Docosahexaenoic Acid (DHA) Supplementation of Preterm Infants on Growth, Body Composition, and Blood Pressure at 7-Years Corrected Age: Follow-Up of a Randomized Controlled Trial. Nutrients15(2), 335. https://doi.org/10.3390/nu15020335
  • Basu, S., Khanna, P., Srivastava, R., & Kumar, A. (2019). Oral vitamin A supplementation in very low birth weight neonates: a randomized controlled trial. European journal of pediatrics178(8), 1255–1265. https://doi.org/10.1007/s00431-019-03412-w
  • Fink, G., Locks, L. M., Lauer, J. M., Chembe, M., Henderson, S., Sikazwe, D., Billima-Mulenga, T., Parkerson, D., & Rockers, P. C. (2024). The impact of home-installed growth charts and small-quantity lipid-based nutrient supplements (SQ-LNS) on child growth in Zambia: a four-arm parallel open-label cluster randomised controlled trial. BMJ global health9(8), e015438. https://doi.org/10.1136/bmjgh-2024-015438
  • Ow, M. Y. L., Tran, N. T., Berde, Y., Nguyen, T. S., Tran, V. K., Jablonka, M. J., Baggs, G. E., & Huynh, D. T. T. (2024). Oral nutritional supplementation with dietary counseling improves linear catch-up growth and health outcomes in children with or at risk of undernutrition: a randomized controlled trial. Frontiers in nutrition11, 1341963. https://doi.org/10.3389/fnut.2024.1341963
  • Chouraqui J. P. (2022). Dietary Approaches to Iron Deficiency Prevention in Childhood-A Critical Public Health Issue. Nutrients14(8), 1604. https://doi.org/10.3390/nu14081604
  • Corsello, A., Spolidoro, G. C. I., Milani, G. P., & Agostoni, C. (2023). Vitamin D in pediatric age: Current evidence, recommendations, and misunderstandings. Frontiers in medicine10, 1107855. https://doi.org/10.3389/fmed.2023.1107855

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